Mi visita al rey Balduino de Bélgica
Uno de los
recuerdos más agradables de mi vida corresponde al día que pasé en la
residencia que tenían en Playa Granada (Motril) el famoso rey Balduino I de
Bélgica y su esposa, Fabiola de Mora y Aragón, con la cual se había casado en
1960.
Yo había
leído de pasada en la prensa que él había comprado una gran casa con una amplia
parcela en la costa motrileña, para dedicar sus vacaciones a su gran afición
por la pesca, pues allí había un magnífico pescador y ambos pasaban horas y
horas en el barco de ese experto profesional.
Schumacher, Karl H. (Fotógrafo) |
Un
telefonazo inesperado
Y un día me
sorprendió grandemente que me llamasen de parte de tan ilustre y popular
monarca, para que fuese a examinar el jardín que le había hecho hacía unos
meses un vivero madrileño, y en el que bastantes plantas iban fatal.
Salí para
allá con mi inolvidable, inteligentísimo y ocurrente capataz Manuel Baho, y nos
recibió un caballero español muy amable y simpático, que era algo así como el mariscal
de campo, y nos dijo que Su Majestad estaba navegando y pescando y tardaría
unas horas en volver; pero que recorriésemos todo minuciosamente para hacer un
informe escrito y con fotos, y con mi dictamen.
Fuimos examinando
el estado de cada árbol, palmera, arbusto, etcétera, tomando notas y muestras y
haciendo fotos, y al cabo de unas horas se oyó el motor de un barco que se iba acercando.
Aparece el
Rey Pescador
Y Balduino en
persona, con un pantalón vaquero y una camiseta deportiva también azul y
bastante sudada, y con la cabeza descubierta, avanzó hacia nosotros con ágiles
zancadas y con una sonrisa muy acogedora.
Le informé detenidamente
de cómo estaba todo, y le expliqué que el problema se debía a que ese vivero
había traído plantas muy adecuadas para Madrid, pero que sufrían muchísimo con
los vientos salinos frecuentes en la costa.
Escuchó eso y
más detalles con mucha atención e interés, le informé de lo que convenía hacer,
y le dije que enseguida le enviaría un informe escrito y con fotos donde
detallaría todo.
Y luego él señaló la copa de una palmera
datilera bastante alta que tenía unas cuantas palmas amarillentas. Fuimos hasta
ella y preguntó que si volvería a estar verde o se moriría.
Un diagnóstico que provoca risas
Nos acercamos
a su tronco y le dije a Manuel que mirase cómo estaba la zona del palmito o
cogollo, es decir, la yema apical única de la que depende la vida de todas las
palmeras que tienen un solo tronco.
Y Balduino se
quedó asombrado al ver cómo aquel delgaducho pero fibroso capataz de edad
avanzada trepaba por el tronco con la agilidad y la rapidez de una ardilla, sin
más ayuda que sus manos y sus pies calzados con alpargatas.
El Rey de los
belgas lanzó exclamaciones de asombro y rió a carcajadas, y demostró su sentido
del humor situándose exactamente bajo Manuel y abriendo los brazos como para
recogerle en ellos si se caía.
El jardinero metió
su cabeza todo lo que pudo entre los peciolos pinchosos y terminó su inspección.
Se deslizó
tronco abajo vertiginosamente, y dirigiéndose a Balduino a un metro de
distancia y con cara de pésame, acompañó su diagnóstico con un gesto tajante de
ambos brazos, y exclamó:
-“¡S’ha escogollao!”
Los otros
tres nos reímos a base de bien, y Balduino disfrutó muy especialmente con aquel
diagnóstico tan científico. Y nos dijo que tomásemos algo fresco con su
acompañante dentro de la casa, mientras él se duchaba y aseaba e iba a ver a su
esposa.
La sorpresa de Manuel
Yo estaba
algo extrañado de que Manuel tratase al Rey de los belgas en plan compadre, y
lo comprendí cuando pasamos a un salón presidido por un gran retrato del
monarca vestido de gala, y Manuel se quedó paralizado ante él, mirándolo estupefacto.
Se volvió
hacia mí y me dijo en voz baja:
-¿Pero es que este “mushasho” que nos ha “estao”
atendiendo es el Rey?
-Pues claro, ¿quién iba a ser? Si sale siempre
en la tele y en todas las revistas...
-¡Ah, pero es que yo, al verle así, en
vaqueros y con esa camisetilla sudada, y tan sencillo él, he creído que era el
jardinero!
Epílogo
importante
Balduino nació
en 1930 y subió al trono en 1951,
a la temprana edad de 21 años.
Yo llegué a Málaga en el año 1963 y calculo que aquel
día motrileño debió de pertenecer al año 1970 aproximadamente, cuando él tenía
unos cuarenta años.
Y por allí
correteaba y se chapuzaba en la piscina un sobrino adolescente del Rey que era
rubio, guapo y distinguido, y que desde el año 2000 es el Gran Duque Henri de Luxemburgo.
Balduino se
llamaba en realidad Baudouin, y murió repentinamente en 1993, a la edad de 63 años,
en aquella casa de la costa granadina a la que había puesto el nombre de Villa
Astrida en homenaje a su madre, la princesa Astrid de Suecia.
Era un gran
hombre y una persona magnífica.